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Mostrando entradas de enero, 2023

Como aquella vez

Si mis dedos fueron hechos para romperse Vale lo mismo no tenerlos en absoluto. Si temo constantemente que quiebren Y por esa razón nunca toco tu mejilla, Vale lo mismo perder la mano entera, El brazo e incluso el conjunto del cuerpo. Si puedo sólo rozarte con el pensamiento, De qué me sirve el entramado nervioso Del laberinto de mis yemas, O mis uñas (más que para acumular suciedad) O mis nudillos (más que para cerrarse en puños). Si viera mi jaula de sangre volverse Ni más ni menos que lenguaje disoluto, Si no tuviera forma de medir mi fiebre Por no tener frente donde posar tu boca sencilla, Mis sentidos liberados pendiendo de una hebra, Tensos, pesados y en claro desacuerdo, Harían pacto con cualquier pequeño viento Y, en un reclamo directo pero sigiloso, Levantarían del barro nuevas piernas, Moldearían un nuevo cuerpo (como aquella vez se hizo) Para poder así tocarte (romperme todos los dedos).

XII

Estoy creciendo como hierba mala Incluso en el alborecer del día. No descansa mi desaliento Y lo bueno se va deshaciendo En cada esquina, en cada parpadeo. Aún con el nudo más prieto en mi garganta La lengua me sabe a látigo Que imbuido del fuego del esperar eterno Augura dirigir en cualquier momento El juicio último de los cielos. No cabe en mí un corazón sano Que no desee planear su huída,  Que no se vea salir de estampida Por el hueco húmedo que deja, indiferente, Una puñalada helada y rastrera. Y si las manos vuelan, ¿quién las pare? Y si los pies tintinean, ¿quién los oiga? Y si el cuerpo cae en un ruido llano Sobre una cama de desprecio y abandono, ¿Quién lo recoja, quién lo arrulle? Cuando la luz se va perdiendo Entre los ojos, muy entornados, El acto de mirar por una ventana cambia, Muta su significado: Busca algo que no se ve, que no puede ser encontrado. Aunque quiero ser buena, seguir el camino recto, Aunque quiero ser fruta que conoce la rama Y por eso no lamenta caerse...