Como aquella vez
Si mis dedos fueron hechos para romperse Vale lo mismo no tenerlos en absoluto. Si temo constantemente que quiebren Y por esa razón nunca toco tu mejilla, Vale lo mismo perder la mano entera, El brazo e incluso el conjunto del cuerpo. Si puedo sólo rozarte con el pensamiento, De qué me sirve el entramado nervioso Del laberinto de mis yemas, O mis uñas (más que para acumular suciedad) O mis nudillos (más que para cerrarse en puños). Si viera mi jaula de sangre volverse Ni más ni menos que lenguaje disoluto, Si no tuviera forma de medir mi fiebre Por no tener frente donde posar tu boca sencilla, Mis sentidos liberados pendiendo de una hebra, Tensos, pesados y en claro desacuerdo, Harían pacto con cualquier pequeño viento Y, en un reclamo directo pero sigiloso, Levantarían del barro nuevas piernas, Moldearían un nuevo cuerpo (como aquella vez se hizo) Para poder así tocarte (romperme todos los dedos).