XII
Estoy creciendo como hierba mala
Incluso en el alborecer del día.
No descansa mi desaliento
Y lo bueno se va deshaciendo
En cada esquina, en cada parpadeo.
Aún con el nudo más prieto en mi garganta
La lengua me sabe a látigo
Que imbuido del fuego del esperar eterno
Augura dirigir en cualquier momento
El juicio último de los cielos.
No cabe en mí un corazón sano
Que no desee planear su huída,
Que no se vea salir de estampida
Por el hueco húmedo que deja, indiferente,
Una puñalada helada y rastrera.
Y si las manos vuelan, ¿quién las pare?
Y si los pies tintinean, ¿quién los oiga?
Y si el cuerpo cae en un ruido llano
Sobre una cama de desprecio y abandono,
¿Quién lo recoja, quién lo arrulle?
Cuando la luz se va perdiendo
Entre los ojos, muy entornados,
El acto de mirar por una ventana cambia,
Muta su significado:
Busca algo que no se ve, que no puede ser encontrado.
Aunque quiero ser buena, seguir el camino recto,
Aunque quiero ser fruta que conoce la rama
Y por eso no lamenta caerse del árbol,
Se me amorata la carne con cada golpe
Y mi piel se reblandece tras tocar el suelo
De tal forma que irreconocible me pudro,
Que sola y caliente me enveneno.
Que todo lo mío que fuera antes blanco
Es ahora, simplemente, un fúnebre negro.
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